Antes que nada, pido disculpas por cualquier error que pudiera
hallarse en lo que sea que esté por escribir en un momento (porque la
verdad no tengo idea) en vista que es la primera vez que redacto algo
(como ya vengo haciendo) desde el celular.
Yo
aquí y tú allá, como si no supieras -y es que, en verdad no sabes- que
estoy tomando un cappuccino, solo, en este invierno limeño, citadino e
iluminado.
Tú allá cómo si no supieras que te echo de
menos sin nunca haberte tenido, recordando tu aroma que nunca he
percibido y mirando tus ojos que jamás miraron los míos; no como yo
quisiera o habría querido.
¿Sufres? No sé, pero lo he
sentido. Y es que sé que el corazón te ha dolido por el que ha partido.
Claro, te entiendo tanto que no podrías creer que es verdad lo que te
digo: que a mí también me ha dolido, porque de mi corazón también se han
ido.
Tu allá y yo aquí, solo, y con el café frío,
rodeado de extraños y desconocidos, distraído por el pensamiento de tus
labios rojizos, de tu faz blancuzca como de tu voz el sonido, como de
las uñas azules que se han oscurecido, como despertada y bañada de vino
tinto.
Paz, ¿la buscas? Encuéntrala mientras te
escribo, con los hexadecimales de mi destino que ojalá fuera el tuyo
aunado al mío. Un porvenir de cantos, bailes y ruidos, propios, tuyos y
míos.
Ven pronto. Luego de mirar las flores y haberme
respondido, ven ya y descubre al desconocido, al que te escribe ahora
mismo, sin que sepas, que ni siquiera existo.
Ven, descúbreme, olvida al desaparecido, y rescátame antes que caiga al hoyo negro que significa mi propio olvido.
Ven,
haz formas mágicas con tus dedos, azules, y que me creen un ritmo, con
el que podamos dormir, para siempre, entrelazados tú y yo hasta el
último latido y creer, al fin, que por una vez me has querido.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario