Abotonando el último botón de mi casaca, oscura como el resto de mi atuendo, escuché una
risotada en la sala. No puede ser otro más que Cassiano quien, seguramente,
acababa de terminar con la lectura de alguna novela.
Con
calma terminé mi labor. No es que viviera preocupado por mi apariencia —como el
propio Cassiano—, pero es necesario andar
presentable si uno va a acercarse a las personas. En mi caso no es cuestión de
placer, sino de subsistencia.
Caminé
con tranquilidad hacia la sala del pequeño departamento donde me hallaba alojado,
cierto tiempo y, en efecto, vi a Cassiano con la expresión divertida y un libro
en su regazo. La pregunta se caía de madura:
—¿De
qué te ríes? —pregunté mientras me sentaba en el sofá contiguo. Era temprano no
había prisa por salir.
—Es
que esta novela, simplemente es… —no terminó de hablar y soltó otra risa.
—¿Divertida?
—pregunté con sonrisa leve. Su alegría me había contagiado.
—¡Es
patética! —vociferó como un loco al tiempo en que se ponía de pie— ¿Es posible
que las personas crean en estas cosas?
—¿A
qué te refieres? —pregunté, calmado. No
me sorprendió la reacción del portugués. Era muy incisivo a la hora de criticar
lo que leía.
—¡Esta
novela! Se llama Cincuenta Sombras de
Grey y es una de las peores cosas que he leído.
—¿Cosas?
—¡Sí,
cosas! ¿Hay algo de malo en que diga «cosas»?
—No
es eso, sino que… cuando he publicado me han llamado inculto por usar dicha
palabrita…
—Ese
no es el punto, Blaine. Esta novela me ha hecho reír, pero por las razones
incorrectas.
—Vamos,
no puede ser tan mala —dije e hice un gesto con la mano.
—¿No
puede ser tan mala? ¿No puede ser tan mala? ¡Es malísima! —aseguró Cassiano y
dejó caer el puño cerrado sobre la pasta del libro que sostenía en la otra
mano.
—A
veces eres muy exigente; vamos, dale algo de crédito a su autor.
—Oh,
Blaine, Blaine, Blaine… Pecas de ingenuo. Y seguramente que esta vez harás lo mismo que
cada vez que no me gusta un libro.
—¿Leerlo
para demostrarte que estás equivocado?
—¡No!
Leerlo para estar seguro de que es tan malo como aduzco.
—¿«Aduzco»?
Estás mejorando tu español —dije, y sonreí.
—Me
pregunto qué diría Leopold sobre este libro.
—Estoy
seguro de que no lo leería, por el mero hecho de ser un best seller.
—¿Y
cómo leyó tus memorias?
Reí
con estridencia. Cassiano , cada cierto tiempo, sacaba a relucir el tema: que
Leopold leyera mis memorias y no las suyas. Lo que el portugués ignoraba era
que Leopold, por el contrario, las había leído e incluso las había disfrutado,
pero quería herir el enorme ego de su autor, razón por la que había mentido.
—¿Partimos?
—pregunté.
—Estoy
de mal humor. Adelántate, luego te alcanzo —respondió sin mirarme.
Sonreí,
me puse de pie y palmoteé su espalda. Cassiano siempre fue un donjuán,
educadísimo y noble, una gran persona para quienes lo conocemos, y no tanto
para quienes no, aunque, pese a eso, tenía sus cosas —sí, cosas—, sus manías, y
así había aprendido a quererlo. Creo que el resto del clan también se
acostumbró a él y lo quería y respetaba.
De no ser así, el Clan Divino no hubiera sobrevivido a los siglos, unidos como hasta
hoy.
Esa
misma noche pasé por una librería en San Isidro. Estábamos por Lima en esos
días. Compré la novela y cuando terminé de leerla, a la noche siguiente, me
quedé con una idea rondando por mi cabeza: la literatura está muriendo.
Quizás
el quid del asunto era ese; a lo mejor la cólera de Cassiano estaba cobijada en
su inconsciente o en el mío, y fue provocada por el simple hecho de saber que
aquellos autores leídos en siglos pasados, de diversos lugares y con distintos
idiomas, ya no estaban más y nunca más volvería a aparecer ninguno que les
llegara siquiera a los talones. Todo se había resumido a contar historias y a vender
libros.
Sentado
en el sofá, leyendo a oscuras la última hoja de dicho libro, y con una honda
desesperanza contenida, sentí la mano del portugués sobre mi hombro y dejó oír
su voz en un susurro:
—Malísima,
¿verdad, camarada?
—Verdad,
camarada.
Nos
fuimos a descansar.
Christian Blaine
Santiago de Chile, 14 de febrero
de 2012
2 comentarios:
No sé qué opinar. Seguiré leyendo.
Hola, ¿nos conocemos? ¿Cómo llegaste aquí?
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