Agustín bajó la mirada y vio el pucho de cigarro consumirse. Jimena le pellizcó el culo. Él la miró.
-Jugar con el lenguaje es lo peor que podrías hacer -dijo Jimena.
-Lo sé. Pero no puedo evitar sentir esta maldita angustia.
-¿Cuánto más necesitas para escribir?
-Todo lo que sea necesario. Este será mi Magnum Opus. Comencé hace catorce años y la terminaré, aunque sea el último día de mi vida, antes de mi último aliento. Tú te encargarás de su publicación.
Jimena miró con enojo a Agustín. Le dolía que fuera tan inteligente y a la vez tan miserable.
Jimena bajó la mirada hasta la entrepierna de Agustín. Se puso de rodillas, bajó el cierre, sacó el miembro y comenzó a succionarlo con fruición. Treinta segundos después Agustín eyaculó.
Jimena se limpió la boca, le subió el cierre y se puso de pie. Él lloraba desconsolado.
Ella no dijo nada. Lo miró con tristeza y lo abrazó en silencio. Agustín le dio un beso en la frente y se desplomó como un árbol recién talado.
Había eyaculado su vida. Nunca pudo terminar su novela.
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